José Miguel Oviedo es un ya reconocido crítico literario y profesor, estudioso de la obra de gente como Mario Vargas Llosa y José Martí, y que hace poco formó parte del jurado que anunció la entrega del Premio Iberoamericano Pablo Neruda, aquí en Chile, al poeta argentino Juan Gelman.
También es autor de algunas novelas y de conjuntos de relatos, entre los cuales está LA VIDA MARAVILLOSA (Tusquets, colección La Flauta Mágica, 1988), que hace unos días terminé de leer. Este libro de más de 200 páginas no sólo está compuesto de piezas narrativas propiamente tales; de igual forma se incluye una sección de apuntes y aforismos, titulada "Esquirlas" y dedicada a Augusto Monterroso. Oviedo somete a su propia escritura a una mutación, pasando de las narraciones más elaboradas a las esquirlas que ya citamos. Los 2 primeros cuentos, que forman parte del bloque Apólogos, "El desesperado" y "La última fiesta" son muy escalofriantes, y ese aliento perverso siempre partiendo de un hecho común los sostiene de punta a cabo.
El segundo bloque, Imaginario, tiene historias o anécdotas que se sostienen de otro modo, y cabe destacar que uno de ellos llega a esa confusión que tanto Borges como Cortázar consiguieron alguna vez, entre lo real y lo irreal. Más que nada, LA VIDA MARAVILLOSA es un volumen redondo, de esos que a uno lo hacen seguir creyendo en el placer de leer, a pesar del peso infame de escribir.
30 mayo, 2005
26 mayo, 2005
MINIMALIAS Y MAXIMALIAS: La tragedia de Antuco
Duermen entre lo blanco un sueño blanco.
(...)
Dentro de su silencio cabe la luz apenas.
Nada más que la luz. Ni un pensamiento cabe.
Óscar Castro Zúñiga
Hace prácticamente una semana, el Ejército de Chile está viviendo otro momento muy tenso en su historia. El miércoles 18 de mayo iba un grupo de jóvenes soldados marchando hacia un refugio, soportando menos de 20º bajo cero; muchos no podían avanzar, congelados y sin poder sentir sus manos. Al día siguiente se informó que 5 de ellos habían muerto. Hasta el presente se contabilizan más de 30, además de algunos que aún están desaparecidos. El error es fatal, demasiado fatal, pues se trataba de soldados que llevaban poco más de un mes en el Regimiento Nº17 de Los Ángeles. Se repudia por completo a quien dio la infame orden de marchar, un mayor cuya foto he visto en la portada de Las Últimas Noticias. Por eso, ¿cómo no pensar en el terror de esos soldados que, a Dios gracias, sobrevivieron y se disponen a regresar? Su decisión no es una cosa fácil después del desastre. Al contrario de quien (o quienes, uno solo no debió haber sido) cometió ese garrafal error, la actitud del General Juan Emilio Cheyre merece elogiarse, pues ha hablado con suficiente aplomo y ayudó a algunos de los caídos. Lo sucedido en los últimos días en la localidad de Antuco no se olvidará, la Historia dejará un espacio para que recordemos otra vez al Ejército chileno como una institución que debe sortear obstáculos e incluso errores (¿u horrores) de mando, pero que no deja de hacerse respetar, independiente de esto de las llagas resentidas que unos cuantos puedan tener. El frío también habla con dureza en el dolor del sur nuestro, y quizá debajo de él habrán más cuerpos inertes, esos que otros soldados buscan con sus varillas metálicas sin cesar.
(...)
Dentro de su silencio cabe la luz apenas.
Nada más que la luz. Ni un pensamiento cabe.
Óscar Castro Zúñiga
Hace prácticamente una semana, el Ejército de Chile está viviendo otro momento muy tenso en su historia. El miércoles 18 de mayo iba un grupo de jóvenes soldados marchando hacia un refugio, soportando menos de 20º bajo cero; muchos no podían avanzar, congelados y sin poder sentir sus manos. Al día siguiente se informó que 5 de ellos habían muerto. Hasta el presente se contabilizan más de 30, además de algunos que aún están desaparecidos. El error es fatal, demasiado fatal, pues se trataba de soldados que llevaban poco más de un mes en el Regimiento Nº17 de Los Ángeles. Se repudia por completo a quien dio la infame orden de marchar, un mayor cuya foto he visto en la portada de Las Últimas Noticias. Por eso, ¿cómo no pensar en el terror de esos soldados que, a Dios gracias, sobrevivieron y se disponen a regresar? Su decisión no es una cosa fácil después del desastre. Al contrario de quien (o quienes, uno solo no debió haber sido) cometió ese garrafal error, la actitud del General Juan Emilio Cheyre merece elogiarse, pues ha hablado con suficiente aplomo y ayudó a algunos de los caídos. Lo sucedido en los últimos días en la localidad de Antuco no se olvidará, la Historia dejará un espacio para que recordemos otra vez al Ejército chileno como una institución que debe sortear obstáculos e incluso errores (¿u horrores) de mando, pero que no deja de hacerse respetar, independiente de esto de las llagas resentidas que unos cuantos puedan tener. El frío también habla con dureza en el dolor del sur nuestro, y quizá debajo de él habrán más cuerpos inertes, esos que otros soldados buscan con sus varillas metálicas sin cesar.
02 mayo, 2005
PAPELERÍA (o poesía): Cotidiana
las viejas mentiras del tiempo
se dejan ver en las tazas
molidas o sin oreja en periódicos
vencidos por la humedad en
máquinas de abdominales que
una vez compraste entusiasmado
y ahora parecen un museo
v a c í o
que ya perdió todo rasgo de seriedad
lunes 2 de mayo, 2005
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