16 enero, 2018
MINIMALIAS Y MAXIMALIAS: "Malopalagua"
Despachando directamente desde Neptuno con San Pablo, lejos de la locura por la visita del Papa Francisco, el único Papa que ha sido portada de la Rolling Stone, esa revista de música que a estas alturas del partido es un vehículo promocional corrupto cuyo dueño, Jann Wenner, fue desenmascarado en un libro; no dejo de pensar que Bono Vox le está pagando a él y a los que escriben allí para dejar a U2 arriba en las últimas listas de discos y canciones del año, porque en verdad hace rato que sus álbumes son malitos. Ya, mejor vamos a lo que vinimos. Caminaba hace un rato, y hay una botillería, cerrada en este mismo momento, que tiene uno de los nombres más graciosos de este país. Malopalagua se llama. Eso alude a ciertos personajes tan asiduos a consumir bebidas alcohólicas de distinta graduación, desde la cerveza lager más o menos fuerte (la Baltiloca o la Dorada tienen su público objetivo, aunque también sus detractores) y el vino en cartoné (que vista la calidad de la uva chilensis es tan competente como los Gran Reserva en botella) hasta la familia del whisky, el gin, el tequilazo, el amaretto, la manzanilla bajativa e incluso el amargo fernet para los que se las dan de argentinos, al punto que no son muy buenos para hidratarse con el vital elemento, ni desde la llave humilde del baño o el estanque de la cocina, ni desde una botella de mineral corriente o de la Evian más cara. A todos esos se les dice que son malos para el agua, sin especificar si se bañan o se lavan con cierta frecuencia, que allí entramos a hablar de otra cosa. Y esto es típico de nuestra tierra, donde la afición por el emborrache es evidente y grosera. Es rico beber alcohol, pero hay que dosificarse. Porque entrar en el universo de las clasificatorias del curao odioso, el curao marxista, el curao buenaonda, el curao homoerotizado (del que se dice que "se le moja la canoa", como en ese clásico de Los Embajadores Vallenatos) o el curao violador o golpeador de mujeres y niños puede hacer que la cabezota del redactor de turno quede más mareada que si uno se pone a tomar un botellón de absenta, el favorito de Rimbaud, Verlaine y Baudelaire. Sea como Jorge Teillier, tome vino cuando le ofrezcan vino, tome agua cuando le ofrezcan agua, tome Crush cuando haya siempre y cuando no le regalen una entrada para ver a Wisin, y vaya con cuidado en el nombre de su dios, el que elija, que aunque hable del Dios tradicional no pretendo imponérselo a nadie.
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