Me ha ocurrido algunas veces que a mi casilla electrónica llega uno que otro currículum de alguien que no conozco, como lo pude volver a comprobar ayer. ¿Será que el hombre de turno, en su comprensible desesperación, se desenfoca tanto que pasa su detalle de experiencia laboral y de estudios a cualquier punto? Está claro que no soy gerente ni jefe de nada, y menos cercano a empresas.
Por otro lado, sucede que en algunos momentos han confundido mi número de línea móvil con los de lugares donde atienden prostitutas. Recuerdo dos en particular. Me suena el celular mientras camino por calle Maipú: un señor me pregunta por chicas colombianas, y al instante le aclaro su error, el cual me desconcierta haciéndome reír. En el otro caso, durante el mes que pasó, me llama un tipo ebrio (se le notaba en la voz) que erró dos veces al consultar algo parecido. Qué huevada...
Como bonus track, anoto lo que me pasó caminando por Huérfanos con otro calentón preguntando por gogos... ¿¡Ah!? ¿Acaso tengo cara de p-r-o-x-e-n-e-t-a? Ya saben: yo no sé nada de eso ni de aquello. ¡PLOP!
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