PAPELERÍA (o poesía): Post mortem

Con el cuerpo del finado todavía caliente
toda la parentela se dedica a conversar
-y no precisamente de los recuerdos
que lo tenían como un pájaro loco sobre
los roqueríos de esa playa que fue
casi suya; más bien les toca
pelearse a gritos
                          escupos
                                       y amenazas
por los bienes y males del muerto
que deben estar avaluados en millones
y millones y millones de doblones
y rublos, monedas exóticas
que nadie de este lugar sabe realmente
cuánto valen, pero de todos modos
su griterío babélico por confuso
y no por rico en matices llega
a ser indeseable.
                          ¿Dónde queda
la unión familiar, dónde
la hermandad indestructible,
dónde el prestigio del apellido
y el respeto por el descanso del occiso?
Sólo algo todos tienen en común*:
que el apellido es sólo una máscara rugosa
que sólo se conmueve al ritmo de las monedas
y que nunca llevaba corcheteado
el amor por bandera.
                                 Cómo seguirá
este drama no televisable
es algo que sólo ellos saben.



*Los Prisioneros, "Quieren dinero"