PAPELERÍA (o poesía): La pluma sobrada y sobrante

más de una vez, cien, mil, mil quinientas veces
me arranqué de lo que fuese para
escribir un puñado de versos:
llegaba a un comedor con números de vanidades
o a alguna biblioteca escolar donde
agarraba una antología poética cualquiera
o a un puesto de papas fritas
y me ponía a salpicar de tinta corriente
la hoja arrugada de turno:
ahí es donde me creía el que toma
la pluma fiel y la blande como
un vehículo de imágenes y emociones
que son dictadas por una mente
que ha vivido poco, muy poco, pero
parece haber probado muchas mieles,
y francamente la mayoría de esos escritos
son desechables, plástico incinerable
de olor asqueroso, el intento de trascender
a sabiendas que nadie dará ni un duro por esto:
pecados de juventud
que duelen en las arrugas de la vejez penosa.