PAPELERÍA (o poesía): Oda a Alex Turner

Lo que sea que diga la gente que fuiste, eso
a la larga va a ser un soplo
sin vida; mientras tanto
tú moviste ficha, practicando las líneas
de tu próxima canción sobre una roca
que ningún crying lightning
será capaz de romper. Porque
ni el más gastado de los robots de mil novecientos ochenta y cuatro iba
a ver que un simple jovencito de Sheffield
saltaría de la rockerización aplaudida por
el chismorreo de la prensa sónica
a los acordes tallados en piedra, luego
al alarido negro que calienta de verdad y
después a las preguntas del futuro
contrariado. Sobre la mesa del Gran Hotel imaginario
está una maqueta de aire líquido que se parece
a tu posición en la música del hoy que
se puede llenar de héroes y heroínas desechables
pero al contrario de ellos
tú vas a insistir, a caminar más, a dejar
que los otros sorban su sidra y miren
a la estrella que no se acomoda al estatus
que le inventan.