29 diciembre, 2013

INFOLIOS DE ESTE TIEMPO Y OTROS: la agridulce y pedorra vida de Evguénie Sokolov


Siempre aplica para bien remarcar la importancia del señor Lucien Ginsburg, más conocido a nivel mundial por su alias de Serge Gainsbourg, como uno de los mejores compositores y cantantes franceses, figura provocadora y lasciva que a pesar de su fealdad pudo emparejarse con féminas de la talla de Brigitte Bardot o Jane Birkin; personaje que tuvo la patudez de decirle a Whitney Houston que se la quería coger, durante un programa de TV; artista que falleció a principios de 1991 (permítanme este paréntesis: cuando se cumplieron 20 años de la muerte de Serge, La Tercera publicó la nota correspondiente; en la página reversa salía Tanza Varela, lo cual me lleva a preguntarme si Gainsbourg se hubiera excitado mirando a la entonces crespita chica reality de estar vivo entonces; ¿ustedes qué creen?), recibiendo el emocionado homenaje del primer mandatario galo en esa época, Francois Mitterrand.

Pero como este posteo no lleva la marca de Punteos, Loops y Demases, sino la del corral literario, estas líneas son para hablar de cuando al autor de "Le poinconneur des lilas" le dio por escribir una brevísima novela llamada EVGUÉNIE SOKOLOV (CUENTO PARABÓLICO) (Gallimard, 1980; Antonio Machado Libros, 2008, traducción y prólogo de Guillermo López Gallego), donde crea un personaje realmente delirante, un ser que se pasa toda la vida sin poder contener las flatulencias que salen de sus nalgas. Sí, Sokolov nunca dejó de tirarse peos, una anomalía que lo complica en su etapa escolar y en su paso por el servicio militar, pero que es capaz de utilizar como un elemento clave como pintor. Cada vez que se le salía un peo descomunal, la mano le temblaba y así podía deslizarla por la tela, creando cuadros a los que llamaba "gasogramas" y que se vendían como pan caliente. Conforme avanza esta historia, las risas son inaguantables, pero hacia el final el protagonista se complica por las hemorragias anales y por una lesión cerebral producto de una contención de semen que empezó cuando tuvo un encuentro carnal con una niñita sordomuda llamada Abigail. Tal como lo pone el traductor López Gallego (¿habrá hecho caso a cuando Julio Cortázar decía eso de ¡traduzca, López!?), en EVGUÉNIE SOKOLOV su autor utiliza ciertos elementos de su propia biografía:
1) La pintura. Serge tuvo un acercamiento a la pintura con el que no estuvo del todo conforme: lo poco que se salvó de la destrucción fue un dibujo que le regaló a Juliette Gréco y algunos cuadros más. En cambio, Sokolov insistió en ello, pintando del modo que ya dijimos.
2) El servicio militar. Gainsbourg cumplió con esa obligación de joven, donde decía él que había empezado su afición a beber alcohol. Su alter ego pedorro también, siendo trasladado a distintas posiciones, entre ellas la de algunos reclutas indisciplinados que le celebraban las ventosidades.
3) Una anomalía protagónica. En el caso de Serge, su principal defecto era su fealdad. El de Evguénie, su asunto gasífero. A pesar de eso, ambos triunfaron: uno con las mujeres y en la música (aunque recién a fines de los 70 la venta de sus discos aumentó), el otro vendiendo sus cuadros.
Para escribir esta nouvelle, la ex pareja de Jane Birkin se documentó de forma contundente, revisando libros de medicina sobre el meteorismo, lo cual se puede comprobar en los momentos donde el pintor estudia la composición de sus gases. Lo cual le da un sustento teórico a unas páginas donde todo resulta desconcertante. Al momento de la publicación hubo una escandalera y un nivel de crítica feroces, lo cual no impidió que vinieran las reediciones posteriores, la traducción al inglés y este trasvasije al castellano, cuyo prólogo no se queda en pequeñeces, complementando con datos sobre Gainsbourg, su vida y su obra musical que harán a más de uno querer buscar sus discos y canciones otra vez. EVGUÉNIE SOKOLOV (CUENTO PARABÓLICO) mezcla risas nerviosas y repugnancia a partes iguales, conectando con la patafísica de Alfred Jarry o los ejercicios del propio Cortázar en UN TAL LUCAS (por no hablar de cuando comienza la novela, con Sokolov contando lo suyo desde el hospital: ¿no suena eso a remedo chungo de LA MUERTE DE ARTEMIO CRUZ (1962) de Carlos Fuentes, pero sin repetir palabras?). H(edi)ondamente imprescindible. Una última cosa: un año después, Serge Gainsbourg trajo a colación a su alter ego gasografista justamente en "Evguénie Sokolov", tema reggae sin letra que aparece en su elepé MAUVAISES NOUVELLES DES ÉTOILES, con una sarta de peos como propina. Ups.

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