para Marco Yupanqui y Carolina Castro-Zamorano
10 de julio de 1988: en esa fecha había partido de este mundo Enrique Lihn, poeta chileno vinculado a la Generación del 50, creador intenso y amargo, crítico y desconfiado, consciente de que el acto de escribir viene a ser una cosa de nada y para nada, y que su realización supone una suspensión de la existencia.
Pasarán mañana 19 años de esa muerte, y que nadie diga que no se ha revalorizado la obra de Lihn, en cuanto a la inclusión de versos suyos en textos de estudio, y cómo lo citan vates posteriores (pienso en Kurt Folch, Matías Ayala, Marcela Saldaño, y deben haber más...) Si hay una forma de acercarse a la creación de quien fue tío de Cristián Warnken (fortuna aquella), es haciéndose de un libro aparecido a 10 años del deceso: ANTOLOGÍA DE PASO (LOM, Colección Libros del Ciudadano, 1998, selección y prólogo de Roberto Merino y Matías Rivas), que no sólo tiene valor por lo antes señalado, sino que también por ser uno de los primeros títulos en la colección ya citada, iniciativa para acercar a la lectura a quien lo desease (casi como los Minilibros Quimantú en los tiempos de Allende). Enrique Lihn escribió desde una oscura inteligencia donde la pasión se confundía con la frialdad, igual cosa los términos cultos con los vulgares, incluyendo las palabrotas (léase su serie de sonetos, en especial "Nombre de pila: el Buitre, alias el Vaca"). Paradas obligadas en su conjunto, mejor dicho, sus obras cumbres: LA PIEZA OSCURA (1963), LA MUSIQUILLA DE LAS POBRES ESFERAS (1969), y DIARIO DE MUERTE (1989). La pérdida de la inocencia vía ciertos juegos, con la rueda -símbolo de la vida- como imagen inesquivable, está en el poema que titula el tomo mencionado primeramente. "Mester de juglaría" y "Porque escribí" son de LA MUSIQUILLA...; verdaderas artes poéticas sin facilidades aparentes, plantándole cara a la historia y a las profecías que asquean en torno al oficio mismo, el más oscuro de todos, sin duda, el báculo frágil con el que victimizarse con orgullo vergonzante. El cáncer se cruzó en el camino lihninista (como decía Marcelo Novoa) a fines de los ochenta, y lo enfrentó garabateando versos para ese DIARIO DE MUERTE, testimonio más allá de sí mismo, del cual no se sale indiferente: Me he convertido en una animita de éxito/entre los camioneros y sus familias/(...)/Me he convertido en un actor que va a morir, pero de verdad, en el último acto, decía, mientras se encontraba en su casa de la calle Passy. ANTOLOGÍA DE PASO contiene también dos poemas inéditos, parte del conjunto Día a Día. Ah, no olvidemos el trabajo dignísimo que la Universidad Diego Portales ha hecho con reeditar LA PIEZA... y EL PASEO AHUMADA (1983), más los inéditos de UNA NOTA ESTRIDENTE (2005); otra prueba al canto de que a Lihn no se le olvida, y no se olviden de aquello:
pero escribí y me muero por mi cuenta,
porque escribí porque escribí estoy vivo.
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