03 marzo, 2015

PUNTEOS, LOOPS Y DEMASES: tentación completa

MON LAFERTE
Mon Laferte Vol. 1
(autoedición, 2015)

/POP SENTIMENTAL/ Cuando las alarmas anuncian que Monserrat Bustamante Laferte tiene nuevo disco que mostrar, ya sabemos que nos espera algo tentador. Si en TORNASOL (2013) fue un paso más allá de ese DESECHABLE (2011) exponiendo una paleta más amplia, vuelve a sorprender por la vía de un VOL. 1 que ahonda más en esa veta sentimental, aplicando un tratamiento de talante acústico que incluye bronces muy bien pulidos y algún órgano. Abren "Tormento" y "Tu falta de querer", ya debidamente adelantadas. Ambas son piezas bellísimamente desgarradas: la primera tiene un tono que la emparenta con "Trátame bien" (del TORNASOL) y arreglos circa los Mars Volta de "The widow"; la segunda pinta el paisaje de la pena con todos sus rincones, oliendo a ejercicio de crooner sin tropiezos. El bolerazo llamado "El cristal" es su manera de honrar a su difunta abuela. "Un alma en pena" la muestra urdiendo una canción-río de carácter folclórico que en algo recuerda lo hecho por Sabina Odone, superándola de lleno. "La visita" hace uso del pulso valseado que desemboca en cierto eco carruselero. "Salvador" dibuja el entusiasmo maternal con pinceladas precisas. "El Diablo" y "Amor completo" exponen esa vibración lujuriosa que casi la inventa Mon, la hace suya volando poéticamente, jugando con los naipes del momento feliz; fíjense justamente en el rollo ska de "El Diablo", muy pero que muy apto para sonar en la radio, ¿verdad que sí? Hacia el final de MON LAFERTE VOL. 1, dos momentos contrapuestos. Primero, el resentimiento al borde de apretar el gatillo de "Malagradecido", atonalidad que mira, aceptémoslo, a ese punto rupturista creado por Violeta Parra: "El gavilán, gavilán". La traca de cierre: "La noche del día que llovió en verano", 54 segundos en que se describe el itinerario gozoso de una chica solitaria, sin adornos ni nada que sature. Más homogéneo en cuanto a sonido y disposición de elementos, este disco de Mon Laferte se recibe como un regalo donde habita todo el cariño y el esmero de su firmante, y si de verdad se trata del primer capítulo de una saga en particular, pues sólo queda desear una secuela igual de clara en sus intenciones.

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