El viernes pasado, horas antes que en nuestro terruño comenzara la Teletón, se confirmaba una pérdida muy sensible para el humor televisivo en lengua castellana. Roberto Gómez Bolaños muere en Cancún por una serie de complicaciones respiratorias. Y decirlo no es (ni debería ser) un acto insípido. Porque desde que en los 70 dio vida al Chapulín Colorado y al Chavo del Ocho, este guionista, cineasta y actor mexicano supo meterse en el alma de sus compatriotas y del público latinoamericano, ayudando a que igualmente conociéramos a un grupo especial de gente que le ayudó a sostener esos entornos e historias: Rubén Aguirre, Ramón Valdez, Florinda Meza, María Antonieta de las Nieves, Edgar Vivar, Angelines Fernández, Carlos Villagrán... Ellos pusieron el alma para que la risa no se terminara, tampoco la cosa reflexiva... ¿O no quedaron padentro viendo ese capítulo del Chavo cuando lo acusan de ladrón (mejor dicho: ¡ratero!).
El alias de Chespirito le cayó a Roberto por vez primera gracias al director de cine Agustín P. Delgado, quien lo consideraba un talento casi al nivel de William Shakespeare, pero como era bajito de porte le decía que podía ser un Shakespeare chiquito; o sea, ¡un Chespirito! A mis 9 años comencé a sentir que los personajes de Roberto y sus aliados me divertían a concho, enganchado con el Chavito y el Chapulín por las tandas de UCV TV, o viendo por el 11 (Universidad de Chile Televisión en esa época, hoy Chilevisión) CHESPIRITO, serie con reinterpretaciones o nuevas historias (Telecanal la transmite actualmente), más otro personaje que merece valorarse: Chaparrón Bonaparte, un demente cuyo compañero era Lucas Tañeda, encarnado por Rubén Aguirre (Profesor Jirafales en la serie del Chavo). De ahí a querer vestirme como el Chavo (con polera y el suspensor), a tener el chipote chillón del Chapulín, a repetir las muletillas con algunos compañeros de colegio (como el anda, di que sí del Quico), a imitar las pataletas del Chavo o el ¡bah, pos ora! de Don Ramón cuando se me perdía algo, o a quedar sorprendido cuando en la telenovela Playa Salvaje (Canal 13, 1997) Alejandra Herrera tenía un personaje que decía algo similar a una frase de la Chimultrufia (¡pos pa qué te digo que no si sí!). Pasaron los años, Don Ramón y Angelines (Doña Clotilde) se fueron al cielo, y las malas ondas entre Gómez Bolaños y la Chilindrina por los derechos sobre el personaje o entre él y Villagrán porque él estaba antes con Doña Florinda y luego Roberto se la llevó se hicieron públicas, mas no vale seguir tirando de eso.
Ayer se realizó el prometido homenaje en el Estadio Azteca, con una cantidad enorme de gente disfrazada y llevando una flor blanca para despedirlo. México, América Latina y el resto del planeta le agradecen por tantos momentazos. Las rutinas chespiritianas se siguen repitiendo constantemente, y no aburren ni por si acaso. Roberto Gómez Bolaños, el Shakespeare chiquito que a fin de cuentas fue grande, muy grande, ya está en el cielo. ¿Se juntará allá con Cantinflas? ¿Se tomará un café con Chaplin? ¿Abrazará a Ron Damón (¡toma!) y a la Bruja del 71?
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