En este lugar parece
que todo es de cartón:
las sillas donde nos sentamos son
de cartón, los respaldos son
de cartón, las paredes rellenas
de sustancias con nombres extraños son
de cartón, los cuadros con molduras
doradas y acabados lujosos son de cartón,
los jarrones que les vendieron como
piezas chinas de una dinastía
mayor son de cartón, las ventanas
panorámicas son de cartón, las
tazas pequeñas del café expreso son de
cartón, las manillas de las puertas
son de cartón, los muebles rococó son
de cartón desde que se les empuja,
las pantallas que transmiten un documental
alemán son de cartón, las lágrimas
y las sonrisas de sus ocupantes
son de cartón, sus trajes a la
medida de lo imposible son de cartón,
esas carteras de lujo son más cartón que
el cartón, esos pasos destilan un
crujir propio del cartón, los taxis
y las micros son de cartón, el tren
que se menea es de cartón, todo es de
cartón menos el viento feroz e inmisericorde
que se llevará todo y borrará las huellas
de una civilización enclenque.