13 diciembre, 2009

MINIMALIAS Y MAXIMALIAS: la experiencia de votar otra vez

Se me dan las cosas de manera expedita a la hora de votar. Y mi nueva pasada por el Liceo Artístico Experimental de Mapocho con Poeta Pedro Prado no es la excepción. Valga contar ahora que no tuve que ir al segundo piso: la mesa correspondiente se ubicaba en el pasillo cercano a la cancha. Mi fila era una de las menos nutridas, a diferencia de la más cercana, larguirucha ella, donde divisé a un ciudadano con polera de Faith No More (¡eja!). Para las Municipales del año pasado, no sé si lo conté aquí, uno de los vocales tenía el móvil con la selección de Arjona; en esta ocasión no tenían ningún dispositivo afín. Lo más divertido de cumplir con el deber cívico continúa siendo el entintado de dedo, el gordo de la mano derecha, la acción que comprueba mi participación, tras poner las dos papeletas en cada urna. El resto del día pretendo esquivar la marea de info sobre resultados y reacciones, que prefiero digerir mañana por vías libres. Hay veces en que vale más mirar por la ventana que por la puerta. Además, sólo me correspondería escuchar los cómputos si fuera incondicional de alguno de los 4 no fantásticos que compiten. Con el rollo del electioneering, Radiohead dixit, tendré que vérmelas de nuevo en enero, cuando venga la dura segunda vuelta.

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