MINIMALIAS Y MAXIMALIAS: otra vez el mismo crimen, otra vez la misma rabia, ¡otra vez la misma idea macabra!

Y ya lo ven: volvemos a saber de un crimen. De un tipo enfermo de la cabeza que se lleva a una niñita, la engatusa con dulces o lo que sea, le tapa la boca con su mano, la viola, la aplasta y, para acabar, la tira al mar o a otro lugar lejano. Luego, la familia rompe en llanto, estrellando su mente contra las preguntas necesarias, y pide las penas del infierno para el criminal, y eso incluye que lo maten. A continuación, ciertos políticos piden que se reestablezca la pena de muerte.

Bien, los que siguen hechos como el referido saben que la mayoría de quienes hacen tal salvajada sigue el esquema ya descrito. Algo que es as-que-ro-so. Y no es fácil estar en las lágrimas de los padres de Panchita Silva, niña de Valparaíso que fue ultimada como si fuera una bicha cualquiera. Cuando te quitan algo demasiado importante como un hijo, es comprensible desear que ese conchesumadre se muera, que lo maten, que se coma su propia caca. Pero, aquí viene lo espinudo, ¿corresponde que se vuelva a establecer la pena de muerte? NO. Al tener la mente fría, se advierte que no es sano combatir el mal con una acción que es otro mal. No quiero que se vuelva a asesinar en Chile (ahì te hablan, Augusto Pinochet Ugarte) como si el mandante fuera Dios. No quiero que nos pongamos como China o Estados Unidos en los últimos años. El que se cagó en la dignidad de una familia humilde merece CADENA PERPETUA. Matarlo sería cagarla más. O quizás, si fuera necesario, podría usarse la CASTRACIÓN a violadores de niños, a asesinos de niños, a pedófilos, directa y no química... O quizás eso último sea tan salvaje y no esa válido. Por el momento, no caigamos en la tentación de linchar, que eso conlleva ser retrógrado. Sí hay que putear. Las palabras no se transan. Y eso fue una MARICONADA. Tú, pobre maraco, ya verás cómo TU CONCIENCIA VA A HACER QUE TE PUDRAS, Y TU ÚNICO BENEFICIO EN LO QUE TE QUEDA DE VIDA SERÁ, ME LO IMAGINO, SALIR EN MEA CULPA, RESPONDIÉNDOLE A CARLOS PINTO.