No hay oráculo ni papeleta que lo diga con rimbombancia, pero
hoy quise cortarme el pelo, puesto que esta cabeza se llenaba
de pelusas decoloradas, de hierro empotrándose. Esto debería verse
como cuando se manda a cortar el pasto y el frescor aumenta
casi a manera de atmósfera envolvente, aunque en este caso
hablo por mi cabeza como un melón podrido, un ático sin pulir
desorientado que divaga hacia ninguna parte hasta que el hilo de los rayos
y las centellas huidizas me piden esto,
el corte de pelo que por fuera parece el regular corto de la milicia
y por dentro es la mudanza hacia adelante tras el lavado que esclarece
los pensamientos, los purifica al decir de Benedetti, no los marca en un
contexto ideológico sarnoso. No hay trampa en esto, sí hay cartón
lleno, me vienen a ver en un rato más, se va a notar esto.
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