15 septiembre, 2019

PUNTEOS, LOOPS Y DEMASES: el amor en 10 capítulos



MON LAFERTE
Norma
(Los Manejadores/Discos Valiente/Universal, 2018)


/CEBOLLADELUX/ Una imagen vale lo mismo que las 10 canciones de un disco: la de Norma Monserrat Bustamante Laferte con una blusa blanca y un sostén. Los más calenturientos se quedarán únicamente con ese plano principal, pero si bajan verán que ella sostiene media cebolla y un cuchillo para picarla. Alguna vez, cuando esta intérprete aparecía en el hoy devaluado ROJO (TVN), tuvo que escuchar la voz de una señora llamando a la radio donde la entrevistaban, quejándose en plan "ay, cómo tienen allí a esa niñita flaite que canta esas canciones tan cebolleras, sáquenla". Como era de esperarse, Mon sintió pena. Hoy, tras ese rearmarse desde cero en México a punta de recitales en bares, plazas y estaciones de metro, ya no tiene de qué avergonzarse, porque esa cebolla suya es canción popular finita y que deja un buen sabor en todas partes, no importa si es en Temuco, Concepción, Querétaro, Berlín, París o en el Movistar Arena del Parque O´Higgins. Canción con tradición y futuro, la que pudo escuchar desde niña gracias al apoyo firme de su abuela, su primera mentora en su camino musical. Cumbias, boleros, valses peruanos y otras hierbas han sido asimiladas a pulso por esta viñamarina a la que no perdemos de vista ni de oída. Después de LA TRENZA (2017), disco notable, alguno esperaba que el próximo paso fuese menor, pero se equivoca. A esa placa le sigue una obra igual de consistente, con los aires precisos que la engrandecen. Con la producción de Omar Rodríguez-López, conocido en los pasillos del post hardcore o del rock neoprogresivo santanero desbocado como uno de los hombres fuertes de At the Drive-In y The Mars Volta, Mon Laferte llegó a un estudio del edificio de Capitol Records en Los Angeles, California y con un batallón de 13 músicos grabó NORMA de una tacada, sin overdubs ni demases majamamas de las que mucho grupo echa mano; había que hacer que la experiencia fuese en vivo, que la cebolla pudiera freírse de la mejor manera. Y así fue, tal como lo cantaba su adorado Juan Gabriel.

Mon decidió titular este disco con su primer nombre, porque esa palabra significa modo, manera, regla. Y para ella el amor siempre sigue la misma norma todo el tiempo. Una que en ocasiones se afianza de a poco, con episodios entusiastas que incluyen decisiones arriesgadas, y en otras se destruye a sí misma, como cantaban los Ases Falsos. Lo presenta como un material conceptual, contando una historia de dos personajes que están juntos, en 10 capítulos, pero sin llegar a aparecer como un ladrillo indigesto que mezcle estrofas tarareables con detalles raros. Esto jamás será el BERLIN (1973) de Lou Reed, listillo. En menos de 40 minutos, NORMA pide la atención justa mediante canciones que en su integridad saben a carne de lo popular bien entendido, de lo radioformulable como medida bien encaminada. Todo va empezando con el contacto directo en un antro de otro tiempo. Luego el entregarse en cuerpo y alma sin calcular nada. La sombra de la caña moral y el cuchicheo de las viejas en el vecindario. La certeza de que lo que pasa sí es amor y más que eso, junto al deseo de no estar sola. El redoble de las caricias argumentando la llama con otro fósforo, que eso lo puso Gonzalo Rojas. La tensión que de repente se posa cuando los celos (machistoides, cavernarios, sin sentido) llegan embarrando la trayectoria del cariño. Los descuentos del placer que casi logran que todo vuelva al punto orgásmico del no quitarse. El comienzo de la pena. La profundización depresiva, el "esto no da más", las ganas de arrojarse a la nada del ser. Y la reconciliación adjunta a la verdad: que vale la pena que sigan como amigos y que recuerden lo ocurrido como una bonita historia. El fondo sonoro aplica cumbia, baile de salón a un alto nivel, salsa cercana al estilo habanero previo al castrismo, el crossover entre el mambo de Dámaso Pérez-Prado y el freestylin´, la belleza bolerística con Los Panchos en el corazón... ¿Alguien podría dar una lección más brillante de fortaleza popular en un disco? La vara quedará alta para cualquiera. Y con toques tan poéticos como lo de una "Caderas blancas" donde cita al Alejandro Sanz de "Corazón partío" (si no lo sabes tú, te lo digo yo), capítulo que incluye detalles indietrónicos. O con la mirada política de "El mambo": esto me huele a macho/cocinado en juguito e facho. O ese detalle pronunciado en "Ronroneo" que resulta muy sensual: tú tienes musho talento (sic). NORMA es sin duda uno de los mejores álbumes chilenos de esta década que se está acabando, la muestra de que ser la opción tal o estar en capilla no es tan importante como levantar construcciones melodramáticas que pueden durar. Nada de falta de querer: imbatible superávit de cariño. Y la experiencia pronto va a tener el agregado de la película de NORMA donde nuestra heroína actúa con Diego Luna, algo que va a hacernos babear cuando se estrene.

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