Cuando un niño dibuja en un domingo soleado
con crayones que la vida pone en su camino
va esbozando lo que no será un futuro
concreto de posesiones y deudas asfixiantes-
la mermelada reluciente de pastos y flores
que será el paraíso replicante en la tierra
donde caminará con quienes elija como amigos
por su amplia sonrisa y su claridad bien dicha:
una mesa circular como la de padre y madre todavía mejor.
Cuando un niño relee y reescribe desde esa luz solar
cabe desear que no deje de hacerlo,
cabe esperar que consiga palpar
la pulpa del futuro que otros no alcanzaron.
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