11 febrero, 2014

PAPELERÍA (o poesía): Una trampa

Podrías estar en La Florida, Pudahuel o Providencia
tejiendo un imaginario vacío donde
los días no se afirman ni en los números que los designan
y las horas se diluyen o se derriten cual chocolate grueso.

Puedes estar caminando por San Diego, Sierra Bella o Nicolás Palacios
con la seguridad de no tener seguridad,
escuchando cómo los cantos de sirenas (de ambulancias)
anuncian que lo iniciado nunca acabó, nunca
hubo tal derramamiento de sangre
en el campo de batalla.

Estás en un acceso del Metro, comprando dulces o pensando en Úrsula
y sabes que las trampas de la divagación
son puertas siempre abiertas al acero frágil
de tu voluntad -estás perdiéndote, chico,
en las palabras de este poema.
Caíste en la trampa
aunque arranques por todas las calles de Santiago.

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