20 febrero, 2014

MINIMALIAS Y MAXIMALIAS: cuando el viento arremete contra un calendario

cinco y algo de la tarde. el viento se pone más chúcaro de lo habitual, y bota un calendario. con el clavo y todo. con su hojaldre decidido para acompañar las rutinas y los planes de cualquiera y todo. con la numeración y todo. el niño de turno va y ocupa cinta de embalar para refijarlo. colocando pedazos color crema sobre el murelio de adobe, rigurosa tabla de náufrago en el ir y venir. lo deja con el deseo de esperar un mantenimiento más que mortal: una seguridad momentánea que se parezca a lo permanente. se queda ahí, hasta vaya a saber qué desastre mínimo o máximo. los días pasan sobre una alfombra de color indefinido, sin finuras de tejido. con las manos del esfuerzo, de la libertad que se trasluce en el vestido del rigor. siendo como la tipa que va de blanco pero no puede evitar que se note la demarcación de su sostén y su calzón llenos de actitud. porque lo que son las cosas o los seres vivos, a veces incluso zombies, se advierte incluso en sus crudos silencios.

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