Fiskales Ad-Hok
(Batuta Records/Alerce, 1993)
/PUNK ROCK CHILENO/ Hace poco escuchaba en un programa radial una entrevista a la actriz de telenovelas Elvira Cristi Bueno. ¿Qué carajo tiene que ver ella con los Fiskales Ad-Hok? Mucho, pues ella fue pareja de Álvaro España, vocalista de esta emblemática banda del punk rock chileno, y alcanzó a vivir momentos muy especiales acompañándolos por Europa. Tales evocaciones tienen mucho sentido ahora, cuando se cumplen 20 años del álbum debut, prensado por un proyecto de sello que el gentío de La Batuta, clásico local santiaguino ubicado en plena Plaza Ñuñoa, quería desarrollar, pero sólo tuvo esa referencia, redistribuida por Alerce. Fiskales llevaban en activo desde mediados de los 80, logrando su primera aparición radial en La Alcantarilla Gaseosa, histórico espacio que condujo Rolando Ramos en Radio Universidad de Chile, y más tarde continuó en Rock & Pop. Durante esa época en la banda militó un tal Pogo, a quien se le ubica mejor como el hombre que formó más adelante Los Peores de Chile. En este cassette iniciático, los Fiskales exhibían fielmente sus armas sonoras y líricas, cuyos puntos cercanos a Sex Pistols, Dead Kennedys o también el eje metal-punk trazado por Motörhead brindaban a los oídos un festín crudo como el que más: "Ten piedad", "Hambre del corazón" o "Madre patria", esta última con mensaje afín a los 500 años del desembarco español en América que se cumplían en 1992, daban fe de ello. Si este debut homónimo merece ser etiquetado como un clásico de la rebeldía local, que sea por cosas como "Ranchera", ese momento donde el borrachín de turno necesita orinar pero buscando y buscando no se la encuentra...; o sea, Fiskales armando su propia "Too drunk to fuck" (Dead Kennedys). O por "El cóndor", su deseo de ensañarse con la bandera de Renovación Nacional y la figura del padre Raúl Hasbún, su anhelo de ver a un ave cagarse en las instituciones; ¿su "Anarchy in the UK" (Sex Pistols)? O por "Borracho" (y déle con el copete; ya decía Carlos Cabezas (Electrodomésticos) que el trago lo pone ciego a uno), cuya velocidad de los mil y un demonios albrega una serie de pensamientos que, en plena transición política, esbozaban que esa alegría prometida desde el triunfo del No en el Plebiscito 1988 iba a quedarse incompleta: y hablamos de lo mismo que hablamos el otro día/mentiras en televisión, mentira en las noticias/políticos contando cuentos que yo no creía/me dieron nuevos caramelos pero todo sigue igual; así hasta la distorsión sangrante del final, con sampleo al "New York, New York". También se puede rastrear su versión para el "Pa pa pa" de Los Prisioneros, donde alteran una de sus partes: un poco de alcohol, hermano/puede cambiar al mundo/¡cambiémoslo con este botellón! Que veinte años son muchos, y febril la mirada merece ser nombrada y reverenciada. La de Álvaro España y sus secuaces.
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