Campanitas rituales se mecen
gracias al viento, ignorando
que están a punto de comenzar su proceso
de oxidación. Cuando eso ocurra
su sonido solemne, puro y directo
se hará cada vez más distorsionado
y molesto conforme pasen las horas.
Ya ven: hay campanas que se fían demasiado
de su longevidad infalible
y sus excelentes resultados
sin ver que a ellas también
les llega su hora. Esa
donde un silencio mayor dicta la pauta
para que su legado quede bien parado ante los visitantes
y no muera en su memoria.
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