Hace muy poco, en medio del ruido justo y necesario en torno a las acusaciones de un grupo de actrices en contra del cineasta Nicolás López, el señor Tomás Cox dijo, usando su tribuna en Radio El Conquistador, que las denunciantes eran unas pajaritas que debieron hablar antes, o algo así. Esa manera despectiva fue repudiada por muchos, incluyendo a la propia Josefina Montané, quien le respondió golpeando la mesa en sentido figurado. Más tarde, el que produjo el matrimonio de Cecilia Bolocco con Michael Young se disculpó, pero ya era demasiado tarde; como cantaba Morrissey, el daño está hecho. Cox se ha mostrado durante toda su carrera mediática como un tipo que juega a hacerse el amable, a conservar una amenidad meliflua, cargada a los clichés, derechamente forzada. Y vistos esos ademanes insufribles, cuesta entender cómo todavía La Red sigue dándole alpiste a este pajarraco que al lado del loro de Pititore Cabrera es un buitre horrendo. Pero ahí está con su CARA A CARA (domingo 13:30), programa en el que ha entrevistado a un montón de personajes, sean muy influyentes o de menor nivel, sean de Marte o de Venus, sean chicha o limonada. Si por zafar del aburrimiento dominical se llega a sintonizar tamaña cosa, por lo menos salva que haya invitados entretenidos, en sintonía con lo que pueda desfilar en el presente, sea por temas o por faranduleo. En algún momento, el CARA A CARA estuvo auspiciado por una multitienda propiedad de la familia Solari (esa en cuyos comerciales se ve a Gisele Bündchen -ella sí- o Valeria Mazza -ella no-). Más tarde tuvo el support de una marca de cecinas. Lo que más detesto de Cox, o una de las cosas que se ven infumables, es cuando suele tirar una frase de mierda: la televisión diferente está aquí. ¿De qué "televisión diferente" me hablas? Entrevistar o moderar un panel de conversa o de debate duro ya es algo habitual, y completamente necesario para que la TV no sea sólo una hoguera de vanidades, ergo de diferente la cosa no tiene nada. Aaaahhh, lo que este siútico crónico vende como televisión diferente es hacer las preguntas más banales tiradas a chorro, sin ninguna profundidad abisal. Cuando esta Tomasa de lo Irreal, perra sátira del pasado, bellaca mediocre que ya no podría barrer el piso ni con el pelo, pues no le queda, entrevistó a la hoy diputada Pamela Jiles, esta última lo dejó en evidencia desde el minuto cero: Cox quiso darle un beso en la mejilla, a lo que la Abuela se negó rotundamente. Si todavía no piensan que Tomás Cox es el peor entrevistador del mundo mundial, un Larry King con olor a vómito, deberían revisar el resumen de ese encuentro fallido. Por querer hacer "televisión diferente", el mismo que organizaba la Noche Alba en los tiempos del nefasto Peter Dragicevic ha terminado convirtiéndose en un maricón sonriente. Y de esos es mejor huir.
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