05 enero, 2015

PAPELERÍA (o poesía): Transformación del papel

A veces el autor
de estos versos toma el lápiz
como si fuera el cigarrillo
que nunca se fuma porque el tabaco
le da tanto asco como mencionar
al Mamo Contreras. Lo pone
en su boca -el lápiz
y no otra cosa-
espera por 5 segundos largos
y comienza a expulsar
la suma de sus bucolismos
y exabruptos
creyendo que lo que va a poner
en tal hoja
puede parecer un documento
de dimensiones fiables.

Termina de escribir.
Deja la libreta al lado del té
y vuelve a su posición
de roedor inocuo
de profeta sin sermón ni montaña
ni semilla que reivindicar
a tal punto que no es capaz
de indagar de dónde le viene esa magia
cuando escribe lo que escribe.

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