PAPELERÍA (o poesía): Del feísmo

Los que realmente podemos hablar de feísmo
somos nosotros:
                          los feos,
los que miramos siempre por un espejo trizado
porque el presupuesto no alcanzaba para otro,
los que nadie salvo su madre sacó a bailar,
los que por mucho tiempo
no podían escoger sus trapitos, los que
tardaron siglos (digo es un decir)
en dar su primer beso, los que hasta
el día de hoy no sabemos
qué es exactamente el amor
porque nos lo presentan
secuestrado por los usos y los frisos
de la publicidad y la cursilería.
La fealdad es nuestra máxima expresión,
el máximo común múltiplo elevado
a la potencia
                    de la puterina
impotencia en cuyo líquido amniótico
(agua pasada por ron barato)
                                              chapoteamos
sin rumbo, almitas perdidas
que sabemos demasiado bien
lo que se siente estar
en una banca de suplentes eterna
carcomida por ratas. Los otros
que hablan de fealdad la han tenido
muy fácil.