PAPELERÍA (o poesía): No es tan difícil

Cualquiera de los que me escuchan podrá pensar que a mí hay que alcanzarme con una rama
                    traída de la India
o rendirme honores trayéndome un jarrón chino de la dinastía xxxx.
En verdad muchos de ustedes ven y oyen que en cada palabra hay un ribete rococó
que es al mismo tiempo un tejido levemente justificador de tan corpóreo
y una condenación a las arenas incomprendidas, una flecha cuyo destino es no tener destino.
Pero también es cierto que ellas (las palabras) son un soporte acumulativo que uso como gancho                             expansivo.
La cosa aquí es que en el fondo nunca le hice asco a la ligereza, las "sorpresas sencillas"
de las que hablaba Borges: el canto de los cuervos al amanecer, los caramelos mínimos
al entrar a las oficinas céntricas, el sonido de la flauta dulce colocada al lado de la venta de parlantes
y el bolero que en su grandeza se desgarra a sí mismo.
Todo depende del matiz que uno le ponga para que en el dojo de las ideas suculentas entre el aliño                         populárico
sin dañar su piel. Todo depende de la mirada que uno le dé a todo.
Cuando muere el alma de las pequeñas cosas a manos de los repetidores de turno,
aquí estamos los poetas reventados para hacernos mierda los nudillos y la sesera
uniendo con puntos de sutura las trazas de lo rebuscado y reencontrado
con el grito de la vieja que vende alcachofas en bolsas. No es tan difícil
acercarse a mí si lo intentan.