Hicimos lo que quisimos en el balcón:
jadeos contra el vidrio de nunca acabar, carne contra carne
sobre los fierros, besos húmedos hasta el fin del deseo
y el derrame del espumante de lujo.
Hicimos
lo que quisimos, mujer, pero no hicimos lo que debimos:
tener una última conversación que no doliera, cerrar
la silueta del corazón ya destrozado,
decretar
el fin de lo nuestro sin lágrimas. Es muy tarde,
no queda tiempo, el reloj se ofende.
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