Tal como pasó en mayo, las muchachas salieron a marchar por la Alameda, pidiendo medidas efectivas contra el acoso, el abuso de poder y las violaciones que muchas han sufrido en el último tiempo. Se han generado una serie de manifestaciones muy significativas, incluyendo tomas de universidades, colegios e incluso un instituto como el Arcos, más estas marchas que no han sido nada inocuo durante estos primeros meses de Sebastián Piñera regresando a La Moneda. Será o no será por el efecto dominó que se produjo desde las acusaciones en Estados Unidos contra el productor de cine Harvey Weinstein, tras lo cual en Twitter se impuso como trending topic eso de #MeToo, pero de todos modos las voces debían alzarse. En verdad, las cosas aquí venían mal con la seguidilla constante de femicidios en los últimos años, la mariconada de Mauricio Ortega sacándole los ojos a Nabila Rifo e intentando matarla con un hacha, el caso de características similares que tuvo como víctima a Carolina Barría, la acusación de la cellista Felicia Morales contra Pablo Muñoz por una serie de acciones repudiables (ella entregó una carpeta contundente con pruebas al respecto, pero lamentablemente se archivó su caso), las acusaciones contra el director de telenovelas Herval Abreu (Carola Paz, Andrea Zuckermann y Antonella Orsini Vidal lo apuntaron con el dedo), más otros testimonios en los medios sobre casos de hostigamiento. Ayer se estimaban en 15.000 las personas que salieron a apoyar las demandas de las mujeres que creen en la causa feminista. Hagamos memoria: en el acto de mayo, que algunos ávidos de hacer analogías con los acontecimientos mundiales relacionaban a piacere con las marchas de mayo 1968 en París (uno de sus lemas inolvidables era: seamos realistas, pidamos lo imposible), la imagen más potente fue la de muchas féminas ubicadas frente a la Casa Central de la Pontificia Universidad Católica, con la cara tapada a lo Pussy Riot y sus senos al aire, gritando algo así como "nos matan y nos violan, y nadie hace ná". Pues bien, en lo de ayer aparecieron, ocupando una parte de la esquina de Alameda con Lastarria, unas muchachas que le hacían frente a un bus de Carabineros en posición de hacer twerking, con sus traseros desnudos y unas colas de utilería.
Detengámonos en eso. Ya me ha tocado leer a cierta gente que critica esa performance porque la encuentran desatinada, vulgar o porque desvía la atención de lo que se pretende defender. Los hombres heterosexuales han vivido por años creyendo que el cuerpo desnudo de una mujer es sólo una idealización sexual, un objeto de fantasías softcore o derechamente triple equis. Y allí me incluyo. Así como Madonna decía en su primera visita a Chile decía en castellano explícito que ella es una mujer caliente, yo considero que soy un hueón caliente, uno que empezó a pajearse a los 13 años cuando no sabía lo que hacía y hasta me sentía culpable, hasta que los años me dieron la visión justa para entender que la masturbación es una práctica sexual convencional, y no un semillero de trastornos mentales severos o ceguera como nos han malenseñado (Nicolás López en sus inicios tomó en cuenta eso para dirigir el cortometraje Pajero). Sin embargo, me siento capaz de ver a las jovencitas que muestran sus tetas y culos en un contexto distinto, como cuerpos reales y respetables, como seres humanos y sintientes, como parte de la naturaleza con todas sus variaciones. Bernardita Ruffinelli lo dijo, y he de recalcarlo en esta pasada: EL CUERPO DE LA MUJER NO ES PATRIMONIO EXCLUSIVO Y/O EXCLUYENTE DE LA PUBLICIDAD O DE LA INDUSTRIA PORNOGRÁFICA. El machito cabrío que se cree "dueño" de la mujer que está a su lado tiene que entender que las mujeres son dueñas de su cuerpo, de sus decisiones, de si alguien entra o no en su casa, en su mesa de comedor, en su cuerpo. Otros dirán que les dan asco las muchachitas en la calle exponiéndose, que son cochinas, que son indecentes. Allá ellos con su hipocresía. Apoyemos a las que luchan. Cuadrémonos con las que quieren una igualdad de verdad, las que piden un cambio de mirada en todos los departamentos de la vida. El feminismo es válido, no así el extremismo feminazi onda "no quiero tu piropo, quiero que te mueras". Este mundo ha sido muy machistoide, pero no sería nada sin las mujeres, como lo cantó James Brown, el Padrino del funk. A no olvidar aquello.
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