08 agosto, 2017
MINIMALIAS Y MAXIMALIAS: la nula utilidad de mear en botellas y guardar las mismas
Antes de postear esto me puse a leer "Del orinar", un ensayo incluido en el libro DE LA FELICIDAD Y TODO ESO (2010) de Fernando Villegas. El conductor de LAS COSAS POR SU NOMBRE (Radio Agricultura) dice que las formas más dignas de orinar son: hacerlo sentado en la taza del baño y sobre un árbol a oscuras en la noche; más tarde llega a desviarse un poco hablando del pesimismo de Schopenhauer. Una de las formas más vulgares y poco defendibles de orinar es hacerlo sobre una botella, sea esta de cerveza, bebida, jugo o mineral con o sin gas. Y lo peor es cuando esas botellas quedan conservadas: en un canasto de basura en plena calle, en la pieza de un pobre muchacho vagoneta que le hacía a la pasturri, en medio de la calle con las micros pasando a máxima velocidad, en un bandejón con pasto, a la salida de una comisaría, confundida con otras botellas de licor barato a las que les queda el conchito... ¿Tiene alguna puñetera utilidad mear en botellas y guardarlas? La respuesta, mi hermano, no está soplando en el viento, sino te la doy ahora mismo: NO. A menos que tú quieras hacer experimentos químicos con ese pichí. El olor que debe salir de esa profana y absurda conservación es mejor ni intuirlo. Intentar esa modalidad es igual de imbécil que ponerse a hacer esos tags enigmáticos o dibujar pichulas sobre cualquier superficie (salvo en honrosas instancias como la portada de un libro de Manuel del Barrio Donaire, ese poeta español influenciado por Nicanor Parra y Agustín Fernández Mallo que habla de cagar con la puerta abierta -sic-), en las antípodas de actos dignos como pegar un sticker de Quemasucabeza, o rayar VESTA TE AMO o MIKE PATTON ES DIOS. A la hora de mear en la calle hay que hacerlo sobre un árbol, sobre un poste, sobre un kiosco abandonado, sobre un mural carcomido... pero cuidándote con tal que no te vea nadie, ni un cabro chico ni una vieja pituca, si un moralista de cuarta que te grite cosas tipo anda a tu baño asqueroso. Recuerdo con cariño cuando me puse a mear sobre un afiche de Evelyn Matthei cuando era candidata presidencial, o cuando lo hice sobre uno que anunciaba un show con la presencia de Adriana Barrientos, fanática de las carteras Louis Vuitton (mal rollo) y amiga de Oriana González Marzoli (peor rollo). Y que no quede huella, que no, que no, que lo que hiciste se evapore por tu bien y el de toda la comunidad.
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