26 abril, 2011
LA MUERTE DE GONZALO ROJAS, UNO DE LOS MÁS GRANDES POETAS CHILENOS
Ayer, lunes 25 de abril de 2011, tras pasar meses de incertidumbre a causa de un infarto cerebral, el cual obligó a que lo trasladaran de Chillán a Santiago, murió el poeta Gonzalo Rojas, oriundo de Lebu (el séptimo entre ocho hermanos), personaje excepcional para la literatura chilena, latinoamericana y mundial, vate que supo plasmar en sus creaciones sus percepciones sobre la muerte, el exilio (que lo vivió en Alemania, Estados Unidos y España), la escritura misma y la cuestión erótica; este último tópico siempre fue muy bien abordado por Rojas. En algún momento de su vida fue gestor de una serie de encuentros literarios internacionales, que tuvieron como sede la ciudad de Concepción. Llegó a ser profesor universitario en algunos de los países mencionados antes. También, durante su etapa española, llegó a hacer lecturas en intermedios de tocatas rockeras, cosa muy curiosa. Durante el día de ayer y el de hoy, su cuerpo estaba siendo velado en el Museo de Bellas Artes, y mañana al mediodía se efectuará una misa fúnebre. Gonzalo será enterrado en la misma ciudad donde residía, es decir, Chillán. Justamente en la tarde/noche de ayer, tras visitar la Feria del Libro de Plaza de Armas, fui al MNBA, pero me quedé plop, ya que cerraron a las 20:00 puntualmente. No sólo me ocurrió a mí: lo mismo le pasó a gente como Bruno Vidal o Anita Montrosis, con quienes tuve el gusto enorme de hablar. De hecho, le hicimos un homenaje a Rojas, donde Vidal leyó algunos textos, y quien redacta esta nota también hizo lo suyo ("Qedeshím Qedeshóth", "Transtierro"). Valga agregar un testimonio: yo vi al hombre en julio de 2006, horas antes de que me marchara hacia el Movistar Arena para un show de Los Tres, cuando se apareció por el piso 3 de la Biblioteca de Santiago. Le hablé de lo mucho que admiro su poesía, de que había leído el volumen donde el mexicano Jacobo Sefami analizaba su obra, y le leí un texto mío: "Patigato", antes subido a este blog, cuyo manuscrito le entregué. A cambio, Don Gonzalo me dejó este significativo mensaje: Gracias, Bascur hermano. Nos vemos, nos revemos. Con más de 9 décadas en este mundo, el hombre de textos enormes como "Al silencio", "El alumbrado", "Perdí mi juventud", "Al fondo de todo esto duerme un caballo", "Carbón", y muchísimos más, dejó una huella inigualable para la escritura lírica nacional. A Don Gonzalo hay que seguir releyéndolo por montones de años más. Y cuando nos toque volar en el avión de palo, el mismo en el que se fue primero Hilda, su amada esposa (leer "Asma es amor"), y en el que Rojas ya está listo para volar, lo buscaremos emocionados. ¡Hasta siempre, maestro!
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