06 agosto, 2018

MINIMALIAS Y MAXIMALIAS: las dos caras de Fernando Villegas

Ha pasado una semana de que se destapara una serie de denuncias contra el comentarista político y escritor Fernando Villegas. Meses atrás la doctora María Luisa Cordero encendió las alarmas, contando algo ocurrido cuando ella visitaba el programa Domicilio Conocido; fuera de cámara, el intentó agarrarle las pechugas. Parecía que la Cordero iba de disco rayado o de Pedrito anunciando la llegada del lobo, pero lo que escuchamos después acabó por darle la razón. Algunas maquilladoras ya no querían acercarse al pelucón porque solía hacerles comentarios obscenos sobre su cuerpo y mirarlas de arriba a abajo. Hubo una muchacha que dio su testimonio el viernes en PRIMER PLANO (Chilevisión), detallando que Villegas una vez se puso a jugar con los tirantes de su sostén y le decía que ella tenía las tetas grandes como a él le gustaban. Aquella noche estaba invitada Alejandra Matus, periodista respetable que es la cofirmante de un reportaje aparecido en The Clinic. A lo que se leyó allí se agregaban otros testimonios, como los de Lily Pérez (militante del partido Amplitud, ex Renovación Nacional) o Bárbara Pezoa. Esta última contó en Radio Zero, su actual trabajo, que se topó con el ex conductor de La Entrevista Pertinente, quien se la cuarteaba a sus anchas. Ante ello, Bárbara se molestó, y Villegas lanzó un dardo machista tipo "si no querís que te miren entonces no te pongai minifalda". Qué bruto, póngale cero.



Reconozco haberle dado varios votos de confianza a Fernando (busquen en este blog), a pesar de sus opiniones muy inclinadas a la derecha, a pesar de su rechazo parido a los movimientos sociales, a pesar de su homofobia manifiesta. Sus columnas en el suplemento Reportajes de La Tercera y sus libros estaban muy bien escritos, con una pluma afilada que nunca dejó de ser entretenida. Y por eso me digné a hablarle un par de veces en distintas versiones de la FILSA. Siempre ha sido un personaje polémico, incómodo. Y su artillería de intereses musicales cultos inspiraba respeto. Cuando mencionó una obra de Penderecki, me fui directo a YouTube y di con una pieza de ruidismo de cámara que asustaba. Caramba. Sus recomendaciones jazzeras, la misma cosa: daban ganas de meterse más en eso. Pero todo se va a la cresta cuando veo que este señor Villegas es un hombre con dos caras. Por fuera culto y leído, de esos que llegan a acumular filas enormes en la sección "libros por leer" de su biblioteca casera (no muy lejos de mi realidad particular). Por dentro, un hombre desagradable, déspota, prepotente, mirador en menos, capaz de mirar con demasiado morbo al sexo opuesto, jadeando, diciendo guarradas. OK, no pocos somos una manga de calientes, pero de allí a intimidar a gente con la que se debe convivir en un espacio laboral, dejando a esas mujeres con miedo, desprotegidas, sin saber qué hacer, hay un abismo en el que este cabrón está hundido por completo. En Radio Agricultura se anotaron un gran acierto al cancelarle los 3 programas que hacía, aunque lleguen los termocéfalos de derecha a gritar que la izquierda o los progres presionaron. El susodicho dijo que The Clinic le tiene mala y por eso hicieron ese reportaje, y que lo denostan por tener una opinión independiente, pero nunca admite que la está embarrando. A todo esto se agrega la carta en que una de sus hijas lo defiende. Bueno, ella ama a su padre, se acepta, pero todo está claro. Fernando Villegas es un tipo DESPRECIABLE.



¿Y qué hago con sus libros?



Usarlos para la parrilla. O en el baño.

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