PAPELERÍA (o poesía): Bolsa para perros

Los peores momentos de mi vida los guardo
en una bolsa que tarde o temprano
será rasgada por una jauría de perros
sin estímulos caseros -eso se nota en sus miradas
a los peatones-. Cuando salgo a caminar por el barrio
no me sorprende ver cómo se reproducen escandalosamente
ni sus lenguas felices, desafiantes.
Recién ahí pienso que esos recuerdos empaquetados, sudados, eyaculados, esquelizados,
no son tan peores; el instinto
en nosotros parece un borrón condenable, un martillo helado desde
la zona envenenada, y los perros
ven y huelen un sol fuera del prejuicio.
Ahora que saqué esa bolsa, tarde se me hace.