Suelo usar últimamente unos autoadhesivos que encontré al lado de un contenedor de basura; se trata de esas tiras que llevan las marcas de tarjetas de crédito, las que se ponen en las tiendas y otros locales de prestancia, para el conocimiento de la aceptación de éstas. Cuando las maneja uno, dejan un aroma profundo a plástico, que puede resultar un tanto hostigoso para otros (a mí no tanto, si cuando alguna revista que compro lo tiene, incluso me siento honrado) . El cuento es que me sirven para tapar un espacio que queda en el cuarto donde empiezo y termino mis jornadas de trabajo. Como son varias las que obtuve, he usado una cada vez. Otras las he recortado para pegarlas a mis cuadernos, práctica fetichista acostumbrada en mí. Pienso, mientras anoto y miro hacia la esquina donde hay un puesto de completos, en un comercial típico de franja infantil: un producto que permitía hacer con cualquier papel unas calcomanías fantásticas... Algo así creo yo que son estas cositas, pero con una utilidad tremenda en un momento como éste. |
24 marzo, 2006
MINIMALIAS Y MAXIMALIAS: autoadhesivos
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