a partir de una tarde en la
Casa Naranja de calle Santo Domingo
Muro hermano:
irrumpes con la osadía que pocos te atribuyen,
y eso que no estoy en mi casa. El resto de la galería
brilla de blancura, pero tú afirmas la emoción, fondo
de verdadera tierra superviviente que llora ante el recambio.
(Aquí se construye, lo he visto, pero pregunto, voz en cuello,
¿las nuevas terrazas ganarán nobleza y dones
a futuro? Dudo por supuesto)
Aunque venga la llave que prefiere ser artífice del fin
toco tus trozos, no olvidaré qué corazón hubo en los años díscolos
cuando naciste y te celebraron y otros tantos
bailaron entre guitarras y vinos fluyentes
adorándote,
haciendo lo que algunos pueden entrañar, todo sea
por no tragarse el cuento de ser sólo paja barro y nada más-
Hoy sólo anhelo abrazarte. Mientras cruce un muro así
(no sólo en mi hogar)
contemplaré el origen verdadero,
el encanto frágil que venía de atrás sin preguntas.
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